La figura de los albañiles está rodeada de tópicos y prejuicios. Todo el mundo piensa en el cateto con un pañuelo atado en la cabeza, paseando el cubo de cemento y gritando piropos a todas las mujeres que pasan por la obra. Pero el albañil está muy lejos de esa imagen que a veces resulta hasta cómica.
Un profesional de la construcción lleva trabajando normalmente desde que era un niño, y ha empezado de cero, llevando ladrillos y cemento a los oficiales y cargando carretillas de hormigón y materiales pesados, como topes para estacionamiento o herramientas. Poco a poco, les van dejando ir haciendo trabajos algo más especializados, hasta que finalmente se hacen unos expertos en varios campos, como puede ser la colocación de hileras de ladrillos, azulejos y suelos o tejados.
Un albañil hace todo lo posible por conseguir que lo que construye tenga un mínimo de calidad y durabilidad, y a veces tiene que luchar contra sus jefes, que buscan materiales más baratos y de menor calidad.
Por esto y por muchas cosas más, un albañil es alguien a quien respetar en su trabajo.
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